Por: Sausan Burshan
¡Qué bello! ¡Wow, mira esto, que maravilla! ¡Me habría encantado ir a una escuela así! Estos son algunos de los comentarios que frecuentemente escuchamos sobre los espacios de Ágora, que reflejan una sensación de bienestar, pertenencia y curiosidad.
La manera en que se organiza el espacio en una escuela refleja la imagen que tiene de sus alumnos y como cree que aprenden. En Ágora creemos que los niños y jóvenes son personas únicas llenas de potenciales y derechos, que aprenden de forma relacional con sus compañeros, maestros y el ambiente que les rodea. Estas ideas fundamentales nos llevan a pensar que el espacio debe jugar el rol central de fomentar estas relaciones y el deseo de aprender. El espacio, más allá de ser un lugar para enseñar, se convierte en un maestro más.
“Los espacios internos y externos…son pensados y organizados en forma interconectada, lo que favorece las interacciones, la autonomía, la exploración, la curiosidad, y la comunicación y se ofrecen como lugar de convivencia e investigación para los niños y para los adultos.” – Reglamento de Nidos y Escuelas de la Infancia del Ayuntamiento de Reggio Emilia
Los espacios deben ser estéticos, cómodos y ricos en materiales. La escuela debe de construir espacios que ofrezcan a los niños y jóvenes múltiples maneras de analizar e interpretar sujetos o temas con múltiples niveles de acceso. Deben crear los parámetros de un “campo de juego” que permita explorar preguntas sin restringir demasiado las posibles respuestas.
En Ágora nuestros salones y áreas exteriores son amplios, lo cual nos permite ofrecer a los niños múltiples espacios para unirse en grupos pequeños para intercambiar y desarrollar sus pensamientos y co-construir competencias y conocimientos. Son espacios diseñados específicamente con la identidad de grado y grupo, tomando en cuenta nuestro contexto y la temporalidad.